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Es una historia de verdadero renacimiento y de gran fe en la esperanza, la de Michel Romano y su familia, originarios de Lecce de la comunidad de Santa Rosa, que desde hace varios años viven en Tenerife y donde el mismo Michel será ordenado un día diácono permanente, con el recuerdo y la pertenencia a su querido Salento y a la querida comunidad que los educó en la fe siempre en el corazón.

 

 

 

El pasado mes de octubre, durante unos días, Michel, su esposa Monica y sus hijos Michele y Gabriele, volvieron con gran emoción a su Lecce, se reencontraron con sus amigos de Santa Rosa, con su familia, pero sobre todo se reunieron y agradecieron con filial afecto al Arzobispo Michele Seccia, que ayudó personalmente a Michel y a su familia en el momento de su partida a encontrar la fe y la fuerza para dejar su tierra y su hogar en un momento difícil de sus vidas para comenzar una nueva en un nuevo país con la justa fuerza de la fe y de la esperanza.

Hoy, la familia de Michel ha encontrado una nueva vida, afirmándose en su trabajo y también en su vida como cristianos, frecuentando una nueva comunidad parroquial donde trabajan para Cáritas y la vida litúrgica en vista de la próxima ordenación diaconal con la que Michel sueña desde niño.

Tras el encuentro con Seccia, Portalecce recogió el testimonio de Michel y su familia.

 

¿Cuántos años llevas en Canarias y a qué te dedicas en la actualidad?

 

El 28 de enero de 2025 cumpliré siete años viviendo en Tenerife. Mucho tiempo que ha pasado en general rápido. Hoy puedo decir con alegría que trabajo en Cáritas Diocesana como técnico laboral. Básicamente, soy un intermediario laboral que pone en contacto a candidatos y empresas a través de un camino de crecimiento, formación y sobre todo sensibilización. Es un trabajo que me permite estar en contacto con personas, con familias con dificultades y ser un punto de referencia para ellas. Más que un trabajo, lo considero una verdadera misión que me ha sido encomendada por la Iglesia. Cada día es un regalo, un crecimiento personal, una llamada a ser instrumento y testigo del Amor del Padre. Este trabajo, además de permitirme ser un apoyo para mi familia, también me permite cumplir una función muy importante en mi vida, que es responder a la llamada que recibí del Señor hace tantos años, y que me ha llevado hoy a ser acólito instituido, prestando mi servicio pastoral en las parroquias de Nuestra Señora del Camino y San Agustín, dirigidas por el querido Don Manolo Marrero. Junto a mi familia vivimos plenamente esta vocación, estamos muy presentes en la vida parroquial y respondemos a las necesidades de nuestra Diócesis. Mi esposa Mónica es la directora de un Centro Educativo que pertenece a la Congregación de las Asuncionistas y ella también responde a la llamada al servicio que se le hace a diario. El Centro ofrece apoyo educativo y formativo a las familias más necesitadas y vulnerables. Cada noche nos reencontramos en la cena, todos cansados, es cierto, pero es maravilloso darse cuenta y poder compartir cómo cada día somos verdaderos instrumentos guiados por la Divina Providencia. Es en el servicio donde encontramos nuestra alegría familiar cotidiana.

 

 

¿Cómo fue tu viaje de Lecce a Canarias? ¿Qué tan difícil fue dejar tu casa, tus afectos, tus raíces y comenzar una nueva vida con tu familia?

 

Aterricé en la isla de Tenerife el 28 de enero de 2018, una fecha que nunca olvidaré porque fue el día de muchas 'primeras veces'. Era la primera vez que subía a un avión, para llegar se necesitaron tres aviones y recuerdo que el primer despegue desde Brindisi fue terrible. También era la primera vez que dejaba a mi familia, a mi esposa Mónica, a mis hijos, a mi padre Gianni, que tanto insistió, llegando incluso a comprar él mismo el billete, para que me marchara a buscar una nueva vida, a pesar de que padecía una enfermedad que pronto me lo quitaría prematuramente. Durante todo el trayecto, pensé y pensé en esta «llamada» a dejarlo todo y partir hacia lo desconocido, hacia un pequeño punto en medio del océano Atlántico. No sabía qué me impulsaba, o más bien lo sabía, pero no era del todo consciente de que era Él quien me guiaba. Un querido amigo, Walter de la Librería Paulina, antes de partir me regaló un pequeño libro que me hizo compañía durante todo el viaje, este pequeño libro resumía la vida de Abraham. «Deja tu país, tu patria y la casa de tu padre, para ir a la tierra que yo te mostraré» (Gen. 12). Desde entonces, esta frase me acompaña a cada instante y me ayuda a comprender cada vez mejor que todos estamos llamados a emprender un viaje de fe y abandono. Llevaba conmigo muy poca ropa, el librito de Abraham y una carta, una carta escrita por S.E. Michele Seccia, que acababa de tomar posesión de su cargo en la diócesis de Lecce, y en muy poco tiempo me acogió en su despacho para escuchar mi situación y darme algunos buenos consejos paternales sobre la mejor manera de afrontar este gran desafío. Sin tardar, con amor paterno, escribió cuidadosamente una carta al Obispo de la Diócesis Nivariense, S.E. Bernardo Álvarez Afonso, en la que me presentaba como un hijo de la Iglesia de Lecce en busca de una nueva vida. En mi primer día en Tenerife, en la Ciudad de Santa Cruz de Tenerife, conocí a Don Antonio Gómez Santos, escolapio y párroco de la Parroquia de San Antonio de Padua, que me acompañó (y lo sigue haciendo) durante mi camino de crecimiento personal y espiritual. Desde el principio fui acogido con gran cariño y afecto y fue entonces cuando comprendí el concepto de Iglesia en el mundo. Gracias a la acogida de Don Antonio, de la Parroquia de San Antonio de Padua, del Obispo Bernardo y de los Diáconos Don Celso y Don Víctor, he conseguido, con muchos sacrificios, llegar hasta donde estoy hoy. En los primeros tiempos, como yo no sabía español, don Antonio empezó a acompañarme por toda la ciudad para asuntos burocráticos, y mientras tanto me enseñaba todos los lugares históricos y las iglesias de la ciudad, hablándome siempre en español, tanto que a los pocos meses ya era capaz de mantener una conversación con los residentes.

 

 

 

Luego te involucraste en el voluntariado de Cáritas parroquial...

 

Mi relación con Cáritas parroquial empezó enseguida. No tenía ropa y me vestían, no tenía dinero y me daban de comer, sufría mucha soledad lejos de mi familia y de mi ciudad y los parroquianos estaban ahí para consolarme y estar cerca de mí en todo momento. Aprendí a ser servido y a ser humilde, aprendiendo y viviendo yo mismo, el verdadero significado del capítulo 13 del Evangelio de Juan, donde dice: Se acercó a Simón Pedro y este le dijo: «Señor, ¿tú me lavas los pies?». Jesús le contestó: «Lo que hago no lo entiendes ahora; lo entenderás más tarde». Pedro le dijo: «¡No me lavarás los pies nunca!». Jesús le contestó: «Si no te lavo, no tendrás parte conmigo». Si ahora comprendo perfectamente lo que sienten las personas que acuden a mí desesperadas por la falta de trabajo y de estabilidad familiar, es porque yo, antes que ellas, he vivido sus pruebas y momentos oscuros, y por eso me entrego por completo para que estas personas tengan su oportunidad y salgan de su «noche oscura». Después de muchas dificultades y unos cuantos ''no'' conseguí encontrar mi primer trabajo en un call center e inmediatamente le dije a Mónica y a los niños que se vinieran a vivir conmigo, aterrizaron en Tenerife el 11 de marzo de 2018, último domingo de Cuaresma, y yo había vivido mi Cuaresma muy intensamente, cada día sin mi familia se me hacía interminable. Obviamente en el aeropuerto me acompañaron en dos coches unos amigos de la parroquia, Luis, Dulce y su hermano Armando, que fueron testigos del reencuentro de la familia, en medio de abrazos y lágrimas de alegría. Para ellos también era la primera experiencia de vuelo. Durante seis largos meses vivimos en una habitación compartiendo casa con otras personas, una situación muy complicada, pero nos bastaba con estar juntos y sabernos queridos por nuestros amigos de la parroquia, como Ruth, Rebeca, Carmen, Rosy, Virginia, Yoan, Dailos, Elena y otros muchos. Así comenzó una nueva aventura para nuestra familia. El resto fue una sucesión de cambios que nos hicieron crecer y madurar. En España, además, tuve que volver a presentarme a los exámenes de Estado. Posteriormente, habiendo comunicado a monseñor Bernardo mi deseo de ser un servidor en el seno de la Iglesia, y habiendo recibido su bendición, tomé la decisión de matricularme en la Universidad San Dámaso de Madrid, para poder comenzar por fin mis estudios teológicos y junto con ellos el período propedéutico de tres años como aspirante al diaconado permanente.

 

 

¿Hay alguien?¿Algo?¿Un lugar?¿Un recuerdo particular de Lecce que lleves en el corazón y que todavía, después de años, te resulte particularmente vívido y orientador?

 

Sin duda alguna llevo en el corazón mi parroquia, Santa Rosa. Lecce es un trozo de mi corazón que permanece imborrable. Nunca podré olvidar las enseñanzas del obispo Vito De Grisantis (Don Vito para todos nosotros), que literalmente me inició en la vida cristiana. Don Vito, incluso después, cuando era obispo de Ugento, siempre tenía tiempo para responder a mis correos electrónicos, en los que le pedía consejo como padre primerizo. Recuerdo que me invitó a Ugento para bautizar a mi primer hijo, Michele, e insistió mucho en que Mónica y yo nos casáramos. Ahora, afortunadamente, puedo contar con la amistad y la continua cercanía de su hermano Pino y su esposa Mina, con quienes hablo a menudo. Llevo en el corazón las muchas charlas y confesiones con el difunto don Gino Sergio, incansable guía espiritual para mí. Con don Gino aprendí a ser constante en el sacramento del perdón. Es gracias al gran trabajo espiritual realizado con él que hoy siento la necesidad de ser guiado espiritualmente y recibir el perdón del Padre con la ayuda y dirección espiritual de don Francisco Ignacio Hernández Rivero. A veces añoro la sencillez del barrio de Santa Rosa, los soportales, el Oratorio, el grupo de jóvenes formado por: Francesco, Maria Giulia, Lucia, Sara, Barbara, Samuele, los actuales Don Gabriele Morello y Don Aldo Marzo, y tantos otros, todos guiados por el cariño del actual párroco de Santa Rosa, Don Damiano Madaro. Cada uno contribuyó a su manera a mi crecimiento personal y espiritual. Una persona que sigue estando presente y siendo un ejemplo cada día de mi vida es Don Tonino Bello. Conocí a Don Tonino más profundamente gracias a Don Elio Quarta, durante el último año que viví en Lecce. Siempre me hablaba de él y me contaba anécdotas e historias que había vivido de cerca. Un día, antes de partir para Tenerife, me recogió y me llevó a Alessano. Me llevó allí y me presentó al hermano de Don Tonino, Trifone, que nos dio una vuelta por la casa donde vivía y por la fundación. Fue un día inolvidable para mí, lleno de emociones. Hoy tengo el placer de darlo a conocer y hablar de él aquí en Tenerife. De hecho, he comprado varios ejemplares del único libro traducido al español, «María señora de nuestros días», y se lo regalo a quienes me preguntan por él. En mis reflexiones en ocasiones públicas intento siempre llevar en mí, su ejemplo, el ejemplo del Obispo de los pobres, el Obispo del delantal.

 

 

¿Cuál es la enseñanza, el consejo, el punto firme, que hoy, después de tantos años, por fin afirmado, sientes dentro y que quieres aportar contando tu experiencia?

 

Es complicado responder a esta pregunta y explicar lo que siento, pero lo haré de la forma más sencilla posible, aun a costa de sonar banal. ¡No hay que rendirse nunca! Por dos sencillas razones, la primera es que como católicos tenemos el deber de ser esperanza viva, de dar testimonio con nuestra vida, con nuestro ejemplo. Debemos ser perfectos imitadores del Maestro que, habiendo sido joven como nosotros, nunca se rindió ante las muchas dificultades de su tiempo. Jesús estaba seguro de que el Padre nunca le dejaría solo, incluso cuando todo parecía perdido, incluso cuando todo se oscureció, Jesús siguió hablando con el Padre hasta su último aliento. La Cruz es nuestro «todo» a seguir. La segunda razón es porque, estoy convencido, y puedo decirlo bien claro, que como leemos en Jeremías 1,5 cada uno de nosotros fue llamado por su nombre antes de nacer, y ante cada uno de nosotros, Dios Padre, en su infinita bondad, ha preparado un camino. Lo único que nos pide es que tengamos fe en Él y en sus planes. Es verdad, lo sé muy bien, que muchas veces estamos tan metidos en nosotros mismos que no entendemos el camino por el que el Padre nos lleva. Muchas veces no queremos ese camino incómodo, ese camino que nadie quiere tomar, ese camino que es tan doloroso comparado con nuestros cánones de «camino».Y, sin embargo, la solución está ahí, al alcance de la mano. Solo tenemos que coger su mano y dejar que nos acompañe. A pesar de las dificultades, a pesar de los fracasos, a pesar del dolor. El Evangelio es la clave para comprender el plan del Padre, y la Iglesia es nuestra fiel compañera en este camino de Amor. Somos un solo Cuerpo, una sola Iglesia, estamos todos unidos por este destino sin fin, la eternidad. Por eso nunca podemos rendirnos, por eso, a pesar de todo, debemos caminar con la cabeza alta diciendo claramente «heme aquí».

 

 

¿Tu próxima ordenación diaconal es sin duda un logro, pero supondrá evidentemente un nuevo punto de partida que esperas y crees que te llevará a dónde?

 

Desde que recibí la admisión a las Sagradas Órdenes junto a mis compañeros, Miguel Ángel, Francisco Javier, Francisco Sosa, Francisco Castro y Daniel Expósito, he recibido la confirmación de que la Iglesia acepta y reconoce mi vocación. Ese día fue importante para mí, recuerdo que mi corazón latía acelerado y me sentía feliz. Nuestros responsables, los diáconos Don Celso y Don Víctor, estaban presentes y yo los miraba incrédulo por lo que estaba sucediendo. Estaba bajo el crucifijo de la Catedral de Laguna y recuerdo que lo miraba todo el tiempo, allí era donde quería estar, al pie de la Cruz. Ahora no puedo imaginar las emociones que sentiré el día de mi ordenación, sin duda será un momento fuerte, pero sé con certeza que seguiré respondiendo a Su llamada. En el futuro me veo como muchos diáconos que conozco, sin preocuparme de los zapatos gastados, sin preocuparme de la túnica amarillenta y de la estola con los bordes estropeados, pero con un inmenso bagaje de amor. Esta es mi ambición, haber sido un siervo fiel, porque cuando llegue el momento, sé con certeza que el Señor no me negará un abrazo reparador.

 

 

¿Qué tan fundamental ha sido para ti el apoyo de tu familia, tu esposa Mónica, y tus hijos Michele y Gabriele, y cómo es vuestra vida hoy juntos en Tenerife?

 

El apoyo y el cariño de mi familia, incluidos mis suegros Gustavo y Carmen, fueron el principal motor de mis pasos hacia la vocación. La familia del diácono se compromete con él y comparte sus alegrías y penas, ¡ay de ellos si no lo hicieran! En el barrio de Santa Rosa tenemos dos ejemplos maravillosos de «familias diaconales», Don Enzo y Don Giancarlo “(fallecido el domingo pasado, ed.) que junto con sus respectivas familias contribuyen a la misión evangelizadora de la Iglesia. Hoy, aquí en Tenerife, somos felices, hemos encontrado nuestra armonía, como individuos y como familia. Al cabo de unos años, alcanzamos nuestro sueño de comprar una casa. El Señor nos había preparado un camino, aprendimos a abandonarnos totalmente a Él y a estar siempre alegres y contentos. Nos dimos cuenta de que, por mucho que uno se esfuerce, todo sale como tiene que salir. El truco está en dejarse llevar en la barca y, a pesar de la tormenta, no tener miedo porque Jesús está ahí con nosotros. Nadie tiene nada que temer si acepta subirse a esa barca.

Pido disculpas a las muchas personas que no he mencionado, pero que forman parte de esta maravillosa Iglesia en camino.

Muchas gracias a la redacción de Portalecce que nos permite seguir la vida de la Iglesia de Lecce a pesar de la enorme distancia que nos separa. Gracias de corazón por vuestro incansable servicio.

 

 

Un momento conmovedor de los últimos días para Michel se refiere a la muy reciente muerte del diácono Giancarlo Greco, diácono permanente de la comunidad de Santa Rosa que, como el propio Michel mencionó anteriormente, fue fundamental para su crecimiento y vocación. Precisamente el lunes pasado, pocas horas después del funeral del diácono en Santa Rosa, se celebró también en la parroquia de Michel, a instancias suyas, una misa de sufragio dedicada a su querido diácono y hermano feligrés, otro signo de profundo vínculo y conexión espiritual entre dos ciudades y dos pueblos tan distantes geográficamente, pero ahora inmensamente cercanos en espíritu y corazón gracias a la fuerza de la fe, por lo que Michel sueña con poder establecer algún día un «hermanamiento» entre estas dos diócesis que le han visto crecer y formarse en la fe, la esperanza y la caridad.

 

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